Quién mejor que la propia persona que ha tenido una dificultad y está o estuvo en un proceso terapéutico  para contar cómo se vive un proceso de autoconocimiento y cambió, así como las dificultades, limitaciones  y las cosas positivas que ofrece, o simplemente, compartir las enseñanzas obtenidas…

Me gustaría pediros que me enviéis vuestras experiencias de trabajo conmigo para poder publicarlas en esta sección, y así que otras personas que también atraviesan dificultades y accedan a mi página, puedan leer e identificarse con otras personas también vulnerables y con heridas, pero ya en proceso de sanación.

No siempre  se ve la luz al final del túnel y quizás ayude conocer los testimonios de personas que finalmente la encontraron  

 

Estoy loca. O eso llevaba pensando el último año.

Me encontraba totalmente apática, sin ganas de hacer nada pero tampoco queriendo estar como estaba. No paraba de darle vueltas a todos los últimos acontecimientos y me sentía insegura como nunca antes me había ocurrido.

Además de sentirme inmensamente sola, aunque a la vez, tampoco quería estar con nadie, sentía que no me entendía ni yo. Pero me consolaba pensando que era una mala racha, que era normal que llorara todas las noches y queme sintiera agotada, porque se habían juntado muchas situaciones y circunstancias que tenía que asimilar.

Sentía que mi familia se venía abajo por los problemas relacionados con mis tíos y la complicación de salud de mi abuela; mi mejor amiga, que siempre fue como una hermana para mí, había roto la relación de malas maneras; el chico por el que yo lo daba todo, me dejó de la noche a la mañana para retomar su anterior relación pero sin romper del todo la nuestra; y sentía que todo mi círculo de amigos no me entendía, que no me podía desahogar con nadie sin que fuera juzgada, además de que ahora andaban todos más despertigados pues cada uno tenía su pareja y su vida.

Pero me di cuenta de que no era tan normal, que se me había ido de las manos cuando una amiga me sugirió que a lo mejor podía ir a un psicólogo a que me ayudara, pues además había comenzado con fuertes migrañas.De primeras, sentí vergüenza porque era como asumir lo que pensaba de que estaba loca, pero que además, también alguien lo pensaba, no solo yo. Pero a pesar de ello, no quería ser así el resto de mi vida, así que decidí buscar ayuda.Recuerdo las primeras sesiones con Mercedes como algo muy difícil. Estaba muy nerviosa, me daba vergüenza y tenía miedo a que me juzgara, ¿cómo le iba a contar todo a alguien que no conocía de nada? me parecía imposible que fluyera de forma natural. Pero sobre todo, tenía miedo a que convirtieraen hecho lo que yo creía, que estaba loca. Pero, evidentemente, eso no pasó.

Tras los primeros meses, comencé a sentir una liberación por sacar todo lo que llevaba dentro. Aunque era muy duro, pues ahora venía la parte en la que descubría que no era tanto los acontecimientos, como mi forma de llevar los problemas y las relaciones sociales. Y es difícil darte cuenta de que toda la vida te has comportado de una manera que no te gusta, que te ha llevado a la situación actual, donde principalmente me sentía completamente perdida. La verdad que salía hecha polvo de cada sesión.

Después, Mercedes comenzó a darme pautas y, durante las sesiones, parecía muy sencillo llevarlas a cabo. Pero después, en la vida diaria, no lo era, me bloqueaba, no sabía como enfrentar las cosas. Sabía cual era la pauta, pero me costaba mucho llevarla a cabo, casi siempre por miedo a las consecuencias, a vivir una situación incómoda para mí… Me frustraba y me agobiaba ver que tenía tantas cosas que cambiar y que no era capaz.Pero poco a poco, empecé a tomar consciencia de cómo soy, de mis miedos (que en la última época habían aumentado demasiado), de cómo había evitado los conflictos siempre, de lo perfeccionista que era (y nunca antes me había considerado como tal) y de todo lo que yo me juzgaba y exigía, llevando conello un gran sentimiento de culpa. Empecé a ser consciente del verdadero problema, al igual que comencé a conocerme a mí misma de verdad. Eso hizo, que me ayudara a ver la parte de la que yo era responsable en las relaciones que se habían roto, en mi situación familiar y en mi relación con mi círculo de amigos.

Una vez conseguí eso, ya no me sentía tan culpable. Y comencé a conseguir cosas, con muchísimo esfuerzo y casi siempre con una lucha interna, a fín de cuentas estaba saliendo de mi zona de confort. Pero todo el miedo que me daba y todo el esfuerzo que me suponía, después se veía recompensado por una sensación gratificante, además de comprobar que las consecuencias que tanto miedo me daban muchas veces no se sucedían como yo pensaba, pero que aunque ocurrieran, yo me sentía bien por primera vez conmigo misma.Así poco a poco, fuí arriesgándome más, escuchándome más a mí misma y respetándome. Vi que todo elmiedo que tenía a que me juzgaran los demás, era lo mucho que yo me juzgaba. Seguía costándome, pero menos. Y también había veces que volvía hacia atrás, no todo era perfecto. Pero descubrí que no pasaba nada porque no hicera las cosas como me habían aconsejado.A día de hoy, sigo esforzándome y sigue habiendo situaciones en las que me cuesta mucho llevar a cabo los consejos o pautas de Mercedes.

Pero me siento mucho mejor, he aprendido a escucharme, a conocerme, a respetarme decida lo que decida. Porque no hay nada que esté bien o mal, siempre que sedecida siendo consciente de las posibles consecuencias, decidiendo si se quieren asumir o no. Ya no me siento sola, de hecho ahora disfruto mucho de esos ratos, tengo más motivaciones y hobbies.

Agradezco haber decidido llamar a Mercedes, porque aunque creo que aún me queda mucho camino por delante, me ha enseñado muchas cosas. Pues ir al psicologo no es de locos, es de quien quiere cambiar las cosas y no sabe cómo hacerlo. Es un aprendizaje para vivir mejor y ser felices, para no sufrir más de lo necesario con los problemas o complicaciones que van surgiendo, pero sobre todo para estar felices con uno mismo. Así que sí, creo que fue la mejor decisión que he tomado en el último año.

Y agradezco a Mercedes todo lo que me ha enseñado y me enseña, es como tener un guía espiritual  :).

Cuando empecé la terapia era una persona distante, introvertida e insegura. Todo me generaba ansiedad: hacer cosas sin compañía, conocer personas nuevas, ir a lugares en los que hubiera mucha gente, tomar algo en un bar, ir de compras, a la playa o a parques concurridos, hablar con cualquiera que no fueran de mi círculo cercano…

Evitaba cualquier situación que me pudiera generar incomodidad. Tanto, que muchas veces no salía a la calle. Unos días no me gustaba mi pelo, otros la ropa o el michelín del pantalón y otros se me juntaba todo… Entonces estallaba y descargaba mi rabia contra mi familia o conmigo misma, llegando a autolesionarme. Me daba asco, me odiaba por no ser perfecta. Sentía que necesitaba agradar y, al mismo tiempo, me decía a mí misma que era imposible conseguirlo. Así que me aislaba y me encerraba en casa para evitar cualquier posibilidad de ser rechazada.
Pensaba que actuar así me ayudaba, pero llegó el momento de empezar la Universidad. Era horrible ir a clase. Sentía que todas las personas me miraban y juzgaban. Sólo quería huír. Encerrarme en mi casa y no tener que ir a ningún sitio donde no hubiera estado antes. En ese momento me hice realmente consciente de que necesitaba ayuda así que empecé la terapia.

Cuando empecé no imaginaba todo lo que llegaría cambiar mi forma de plantearme y enfrentar las situaciones. De hecho, jamás hubiera pensado que mi forma de ver y sentir lo que me rodea cambiaría tanto.

El camino ha sido largo y costoso. He llorado mucho, he sentido miedo, me he bloqueado y me ha costado hacer los deberes muchas veces. En momentos de mucha ansiedad me planteaba la evitación, pero empecé a convivir con el malestar y con el tiempo he comprobado que, en la medida que no evito situaciones, me voy haciendo más fuerte.

Ya casi no tengo ansiedad (cuando tengo es mucho menor y soy capaz de manejarla) y los pensamientos destructivos han desaparecido por completo.
La terapia me ha servido para conocerme más. Para aceptar que tengo dificultades y para aprender a quererme a pesar de todo lo que no me gusta de mí. He aprendido a escuchar y a escucharme, a centrar los objetivos en mi, a aceptar mis limitaciones y transformarlas en oportunidades de aprendizaje. Sigo teniendo miedo, pero ya no me paraliza tanto. Me permito sentirme y mostrarme vulnerable.
No he alcanzado la perfección. Soy consciente de que me queda mucho esfuerzo y sacrificio por delante, pero ahora me siento más capaz y con más ganas de enfrentarlo.

Mi cuerpo sigue sin ser de modelo, me cuesta hablar en público, me pone nerviosa enfrentar nuevas situaciones… Pero a pesar de todo ello, no me cambiaría. Las lágrimas y el esfuerzo han merecido la pena. Me quiero y me siento más feliz. Más protagonista de mi vida. Más capaz de actuar, de tomar decisiones,de manejar mis emociones, de expresarme, de comprenderme y comprender a los demás, de quererme y aceptar que me quieran.
Ya no pretendo ser perfecta, ni dejar de tener dificultades. Simplemente quiero ser quien soy, y me siento orgullosa de todo lo que he conseguido.

                                          N. (Abril, 2016)

Cuando mi pareja me dejó, por sorpresa de un día para otro, sentí un vértigo difícil de explicar. Soy una persona a la que no le gusta estar sola y, a pesar de tener varios grupos de amigos y ser sociable, perder a mi pareja me dejó totalmente desubicada y “desecha” por dentro. Una amiga que había pasado por una situación similar me propuso que  buscara ayuda y gracias a otra recomendación aterricé en el despacho de Merche, en la clínica de María Jesús Álava Reyes.

 

Nunca había acudido a un psicólogo y reconozco que tenía algunos prejuicios. Sin embargo, desde el primer momento me sentí cómoda y hablé con confianza. Cuando salí de allí tras la primera sesión sentí alivio; sabía que había dado el primer paso para encontrarme mejor y superar el dolor que sentía.

 

Desde el principio Merche hizo que pusiera el foco en mí y no en la persona que me había dejado. Siempre me escuchó con atención y sobre todo me dio muchas herramientas para ir sintiéndome mejor. Tras cada sesión me encargaba tareas que tenía que ir realizando durante la semana y me lo tomé muy en serio. Creo que esa es una de las claves para que el proceso funcione: involucrarse y tener ganas de mejorar.

 

Comenzamos confrontando mis emociones, viendo qué relación tenían con la realidad y analizando por qué me sentía como me sentía. Merche me recomendó varias lecturas y llevamos a cabo un “registro de logros” que me hizo ser consciente de cómo mejoraba. La terapia me ayudó a aceptarme y aceptar la situación en la que estaba para sacar el mejor partido de ella. Pero además trabajamos la relación con mi familia, la asertividad, temas relacionados con el trabajo, mi perfeccionismo y mi temor a la soledad y a hacer cosas sola. Reconozco que en ocasiones encontré dificultades en la puesta en práctica de las pautas que me daba Merche, pero no tiré la toalla.

 

La relación con mi familia ha mejorado y me permito equivocarme. Sé que voy a volver a encontrar dificultades, que no soy perfecta y que va haber gente a la que no le guste o no le caiga bien. Si volviera a ocurrirme lo que me pasó me sentiría muy mal, pero ahora tengo muchas más herramientas para enfrentarme a ello.

 

C.

NO ME HABIA DADO CUENTA…
No me había dado cuenta pero a mis 58 años, ahora tengo 61, algo que estaba dentro de mí me estaba consumiendo y de paso llevando a situaciones tan extremas como ingresos en hospitales, que llegaron a formar parte de mi vida como una rutina más. Ni remotamente imaginaba que aquello tenía un nombre, “ansiedad”.
Me había pasado toda la vida pensando en el día siguiente y acarreaba un fuerte estrés de trabajo y de vida personal que sabía algún día tendrían que acabar. ¡Mi cuerpo y sobre todo mi mente, me pedirán cuentas más temprano que tarde! , me decía; todos los ingenieros sabemos que todo tiene un límite aunque preparemos las cosas para que funcionen para siempre (al menos eso hacíamos los antiguos, pues los nuevos, creo no parten de esa premisa). Pero yo no actué conmigo mismo de la misma forma que lo hacía con mis proyectos. Así que aposté por aventuras profesionales con cambios de ciudad y país (trece años fuera de España) y en varias ocasiones situándome en un entorno de vida personal y profesional muy distinto al de mi zona confort.
Como todo en la vida siempre hay un principio y un fin, pero no olvidemos que hay o debe haber paradas intermedias. Y sí, todo sucedió a mis 58 años. Casi al final de una vida profesional llena de éxitos que no llevaban aparejado el correspondiente reconocimiento, no quería seguir viviendo. Veía muy negro todo lo que me rodeaba, incluido mi matrimonio. Pienso que podría haberme dado cuenta antes y no echarle las culpas a mi pobre estómago que ahora sé, solo ejecutaba ordenes que yo le daba desde mi cerebro. ¡Y eran automáticas!. No sabía nada de nada y ni había pedido ayuda y por lo tanto, me veía impotente para parar aquellos ataques de estómago que me convulsionaban y me destrozaban. El problema siempre era el mismo, mi débil estómago y la única solución era un ingreso en urgencias y una pastilla para parar los nervios.
¿Parar para qué? …para pensar y ¿pensar para qué? … para pedir ayuda. Parar y pensar en lo que soy y adónde voy me era muy difícil pues nunca tenía tiempo. Recuerdo ahora la película El Álamo cuando ante la pregunta de por qué nunca rezaba, John Wayne responde que nunca encontró el tiempo para ello (I´ve never found the time!). Algo parecido creo me ha pasado en la vida. Tenía que haber pedido ayuda antes, pero por la educación recibida o quizás por un orgullo mal entendido, no había dado ese paso que ahora creo ha sido muy positivo, por no decir fundamental. El por qué se pide ayuda cuando uno se encuentra enfermo o necesita solventar un problema ya sea personal o profesional y para esto no, es una pregunta que nos debemos hacer todos y que nos tendremos que plantear en algún momento.
Bueno pues tomé la decisión de ir a terapia; claro está no sin protestas y enfados y sobretodo, con muy pocas ganas de contarle mi vida y milagros a un extraño.
Yo tenía razón en todo y no veía más allá. Le echaba la culpa de mis males al mundo en general y en particular a todo lo que me rodeaba, pues pensaba que yo hacía las cosas muy bien y todos y todo lo demás, se tenían que ajustar a mis deseos y voluntades. Mis miedos a prácticamente todo eran enormes. Algunos días no quería desayunar y otros ni salir a la calle y así sucesivamente miedos a cosas que eran totalmente normales en la vida de las personas. Muchas cosas me parecían ríos insalvables y no me veía construyendo puentes para cruzarlos. Ni ganas de colocar una primera piedra.
Poco a poco fui comprendiendo que con pequeños cambios de actitud, las cosas empezaban a cambiar a mi alrededor y me notaba más feliz. Me costaba trabajo eso sí, pues tenía que
desgranar las diferentes situaciones y vivencias diarias y veía difícil, muy difícil, cambiar mi comportamiento y mi reacción ante ellas. El contarlas a un profesional, me ayudó y no sabéis de qué manera. Ojo que las tuve que trabajar luego.
Las herramientas que aprendí en la terapia iban ayudándome a ver las cosas de diferente forma y me enseñaban, a saber actuar para sentirme mucho más feliz conmigo mismo y hacer feliz a las personas de mi entorno.
Me daba cuenta que empezaba a controlar muchos de mis pensamientos, incluso podía parar algunos muy negativos. Al comienzo de la terapia no tenía ni idea que un pensamiento lleva aparejado emociones y que estas, son las que actúan para llevar a tu mente, y de paso a tu cuerpo, a situaciones insostenibles como las que comentaba al principio.
También empecé a asumir mis miedos como algo normal en la vida de una persona y no ponerlos enfrente como hacía antes, pues de esa forma se hacían mucho más grandes y más peligrosos.
Ahora os puedo contar que hace tiempo dejé el tratamiento de mi médico de cabecera. No hay que olvidar esto, ya que tuve que apoyar a mi cuerpo y cerebro al principio, pero sin la terapia esto no me hubiera servido para nada. De hecho mi médico me preguntaba cómo iba con la terapia. Ahora llevo ya dos años sin consumir ni ansiolíticos ni medicinas para la ansiedad, que antes eran el pastel de cada día y el remedio a todos mis males.
Y ahora me siento feliz, viviendo cada día como es y pensando en el futuro solo para lo necesario. Claro que tengo bajones, y peleas ,y discusiones con mi pareja, compañeros o familia, pero para eso uso de las “herramientas” que aprendí en la terapia y con ellas trato de solventar cada situación. Al final, el cerebro va aprendiendo y ya me salen muchas cosas automáticas. La terapia no me curó la ansiedad y de hecho no me dieron ningún alta médica al acabarla, sino me ofreció las herramientas necesarias para salir adelante en la vida sabiendo controlar la ansiedad y no dejando que me lleve a situaciones nada deseables. Eso sí puse y sigo poniendo mi importante parte, pues sin mí no tendría sentido nada de lo que estoy escribiendo para que otras personas se decidan, den un paso adelante y se den cuenta…
Suerte y animo

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies
Share This