La perfección no existe y por ello todos somos vulnerables.
Pero la vulnerabilidad duele…
Por otro lado, también vivimos en un contexto donde nos enseñan que el dolor es un fracaso.
Son por estas razones, que al final aprendemos muchos mecanismos para anestesiarnos. Uno de ellos es la voz crítica. Si somos perfectos no tendremos vulnerabilidades, por lo tanto fallos y por lo tanto emociones difíciles. Eso nos lleva a querer ser minuciosos, controladores y en definitiva perfeccionistas. La culpa o la voz crítica es una forma de tratar de conseguir todo esto. Pero lo cierto, es que no solo no consigue evitar que dejemos de ser vulnerables, sino que además, le añade otras emociones tan difíciles como son la vergüenza de ser quien somos. No querías sopa (sufrir) pues toma, ¡¡¡dos tazas!!! La vergüenza y la vulnerabilidad.
La autocompasión, es la capacidad de acompañarnos en el sufrimiento, no para dejar de sufrir, sino precisamente porque estamos sufriendo. En vez de poner el foco en eliminar nuestra vulnerabilidad, vamos a poner el foco en abrazarla, como parte de lo que somos y aprender a sostener las emociones difíciles que de ello se vayan a desprender.